La costa sureste de Mallorca en ‘llaüt’
Desde que llegué a Inturotel Cala Esmeralda, en Cala d’Or, un auténtico oasis frente al Mediterráneo, tengo un sueño recurrente en el que me veo descubriendo la costa sureste de la isla a bordo de un llaüt. El llaüt es una embarcación tradicional presente en diversos lugares del Mediterráneo. Fue diseñada para navegar lentamente, saboreando cada momento, al descubrir una pequeña cala escondida, bordeando un faralló, al asomarnos a la oscuridad casi impenetrable de una cueva.
Hoy cumpliré mi sueño y saldré a disfrutar del sol y el mar en una de estas antiquísimas embarcaciones. Símbolo de una manera de vivir más sostenible, menos invasiva con el medio y que en esta parte de la isla todavía perdura y la podrás apreciar si viajas de manera consciente.
La brisa del mar, el sol y una promesa de aventura
Desde el momento en que decidí explorar la costa en llaüt, supe que sería una experiencia única, nueva para mí. Descubriría que lo importante es el trayecto, y no tanto el destino final, el vaivén tranquilo de la pequeña embarcación, el detenerse cuando el corazón lo pide, sin prisas, como si de detener el tiempo se tratara.
El día comenzó temprano. La brisa marina traía consigo el aroma a sal y a algas, una combinación que me ha parecido siempre profundamente liberadora. Al llegar al puerto, vi el llaüt, esa embarcación de madera robusta y elegante, con sus líneas curvas que parecen haber sido dibujadas por el mismo mar. Me esperaban cielos despejados y el rumor de un Mediterráneo en calma, pero también la promesa de calas escondidas, acantilados vertiginosos, playas de arena blanca. La costa sureste de Mallorca brilla por su belleza natural, con amplias áreas protegidas y menos dañada urbanísticamente que otros rincones de la isla.
Soltar amarras: el susurro del Mediterráneo
Subir a bordo fue como retroceder en el tiempo. El llaüt se deslizó suavemente desde el puerto, surcando las aguas tranquilas de la mañana como si conociera de memoria cada rincón de esta costa. El motor ronroneaba en un murmullo bajo, la brisa nos nutría de una felicidad añorada transportándonos hacia nuevos horizontes, algunos de ellos ya conocidos pero que redescubrirlos desde el mar fue toda una aventura.
A medida que nos alejábamos, dejando el magnífico faro como vigía, el paisaje se desplegó ante mis ojos de una manera casi mágica. Los acantilados se alzaban orgullosos, cubiertos de pinos y sabinas, imponentes cuevas agujereaban la silueta terrestre y se intuían pequeñas calas como secretos bien guardados. El sol, alto en el cielo, lo bañaba todo de una luz dorada, el mar un baile de reflejos turquesa y esmeralda. Me senté en la cubierta, sintiendo la calidez del sol sobre mi piel y una brisa refrescante y prometedora. En ese momento pienso que conecté con el alma de la isla y sus habitantes.
Descubriendo calas escondidas: un baño en aguas cristalinas
Decidimos detenernos en una pequeña cala virgen, una de esas joyas ocultas que son un regalo para los sentidos, también la puedes visitar caminando desde el hotel. El llaüt fondeó suavemente, el agua, tan clara que podía ver hasta el fondo, me llamaba con una invitación irresistible. Me zambullí sin pensarlo dos veces, un baño revitalizante. Mientras flotaba, mirando el cielo, sentí una conexión profunda con la naturaleza que me rodeaba 360º. Cogí mis gafas de buceo y me sumergí en otro planeta, el planeta AZUL, peces, posidonia, anémonas, erizos…y silencio. Un mundo de calma y tranquilidad.
Después del baño, me senté en la cubierta con una copa de vino blanco en la mano, contemplando las rocas y los pinos que parecían inclinarse hacia el agua. El paisaje parecía tan inmutable, tan eterno, que era difícil imaginar que alguna vez pudiera cambiar. Y, sin embargo, sabía lo importante que es preservar esta belleza, esta calma, para que otros también puedan experimentarla algún día. Por eso no voy a daros el nombre de la Cala, os invito a que descubráis vuestra cala secreta.
El ritmo pausado del llaüt
El llaüt retomó su travesía, y seguimos bordeando la costa. Cada rincón era un descubrimiento: Cala Figuera con sus casas de pescadores que se asoman tímidamente al mar, Cala Mondragó con su arena blanca y sus aguas tranquilas, Cala d’Or con su elegante arquitectura ibicenca rodeada de pinos centenarios…
Me sentí afortunado de navegar, en perfecta armonía con el paisaje. No hay prisa, no hay ruidos innecesarios. El llaüt respira al ritmo de la isla, lento, pausado, como si quisiera recordarte que este no es un viaje de millas náuticas, sino de momentos vividos en plenitud.
Nos acercamos a pequeñas cuevas marinas, esas formaciones que el agua ha ido esculpiendo con paciencia infinita. Desde la cubierta, pude ver peces de colores moviéndose entre las rocas, y pensé en la riqueza del ecosistema que me rodeaba. Una auténtica celebración de la vida que alberga nuestro mar Mediterráneo.
Una despedida para un día perfecto
El sol comenzaba a descender lentamente, tiñendo el cielo de tonos rosados y naranjas, la jornada estaba llegando a su fin. El llaüt se deslizaba suavemente de vuelta al puerto, el día se despedía con la calma del ocaso. El puerto, iluminado por los últimos rayos del sol, se veía tranquilo, casi melancólico. Mientras desembarcaba, con los pies aun tambaleándose, queriendo retener el suave balanceo, supe que ese día quedaría grabado en mi memoria y Mallorca formaría parte de mi para siempre.
El sol comenzaba a descender lentamente, tiñendo el cielo de tonos rosados y naranjas, la jornada estaba llegando a su fin. El llaüt se deslizaba suavemente de vuelta al puerto, el día se despedía con la calma del ocaso. El puerto, iluminado por los últimos rayos del sol, se veía tranquilo, casi melancólico. Mientras desembarcaba, con los pies aun tambaleándose, queriendo retener el suave balanceo, supe que ese día quedaría grabado en mi memoria y Mallorca formaría parte de mi para siempre.
Una conexión íntima con la tierra y el mar
Ese día no fue solo una aventura náutica, fue una oportunidad de conectar con la belleza natural de la costa sureste de Mallorca de una manera única. Navegar en llaüt es más que desplazarse en el agua: es formar parte de una tradición, de una historia que ha sido escrita por el viento y el mar. Mallorca es el susurro del Mediterráneo en una cala escondida, el aroma a pino y sal, el crujido suave de la madera del llaut al moverse con el oleaje… Es un recordatorio de que podemos disfrutar de la naturaleza sin alterarla, dejando solo huellas de asombro y respeto.
Volveré a Cala d’Or y me alojaré en Inturotel Cala Esmeralda, mi refugio mediterráneo. Volveré con la ilusión de sentir una vez más la brisa del mar acariciando mi cara, el sol sobre mi piel y ese vaivén tranquilo de un llaüt sobre el mar en calma.
Andrea, septiembre 2024