En Mallorca, la luz tiene una manera única de rozar las cosas. A veces lo hace con delicadeza, otras con una intensidad que transforma por completo la mirada. Quizá por eso Joan Miró encontró aquí, entre el azul del mar y el silencio del taller, el espacio perfecto para dar forma a su universo interior.

La isla que inspiró a un genio 

Miró llegó a Mallorca en 1956 y aquí se quedó hasta el final de sus días. En esta tierra encontró lo que él llamaba “el equilibrio entre el cielo y el mar”. Fue en Palma donde instaló su estudio, el Taller Sert, un lugar diseñado por su amigo y arquitecto Josep Lluís Sert, pensado como un refugio creativo rodeado de naturaleza, donde el arte y la vida se confundían.

Hoy, ese espacio forma parte de la Fundació Pilar i Joan Miró, un conjunto artístico y museístico que conserva más de 6.000 obras del artista y que permite al visitante adentrarse en la mente y el proceso creativo de uno de los grandes nombres del arte del siglo XX.

Caminar por sus talleres, el Taller Sert y el Taller Son Boter, es recorrer el alma de Miró: pinceles, bocetos, esculturas, pigmentos y paredes cubiertas de ideas. Todo permanece como si el artista fuera a volver en cualquier momento.

“Paysage Miró. La chispa mágica” 

Hasta el 11 de enero de 2026, la Fundació, en coordinación con varios espacios más, acoge la exposición “Paysage Miró. La chispa mágica”, una muestra que invita a redescubrir la relación entre el artista y la naturaleza. A través de pinturas, esculturas y dibujos, el recorrido revela cómo el paisaje mallorquín fue mucho más que un escenario para Miró: fue una fuente constante de energía, de vida y de imaginación.

La exposición propone un diálogo entre su obra y el entorno mediterráneo. Las líneas se convierten en horizonte, los colores en luz, los trazos en movimiento del viento. Cada obra parece respirar el mismo aire que envuelve la isla.

Sedes de ‘Paysage Miró’ 

Sin embargo, la exposición Paysage Miró no se limita únicamente a la Fundación Pilar i Joan Miró Mallorca, sino que se despliega en cuatro sedes emblemáticas de Palma, invitando a recorrer la obra del artista desde múltiples puntos de vista

En La Lonja de Palma, bajo el título La fuerza inicial, se exhiben esculturas en bronce en diálogo con el espacio gótico y con la idea de los primeros impulsos creativos de Miró.

En Es Baluard Museu, a través de Pintar entre las cosas, se destaca cómo Miró expandió los límites de la pintura, combinando gesto, signo y materia.

El Casal Solleric asume El color y su sombra, explorando la relación entre pintura y escultura como lenguaje compartido en su obra.

Foto: LaSiesta Magazine

Este enfoque colectivo convierte Paysage Miró en una experiencia inmersiva que no solo muestra obras, sino que teje un mapa mironiano por la ciudad: un paisaje cultural que une espacios distintos en un mismo relato.

Miró y Mallorca: un lenguaje compartido 

Más allá del arte, Miró supo capturar algo esencial del espíritu mallorquín: la calma, la conexión con la tierra y la importancia de mirar lo cotidiano con ojos nuevos. Su obra, profundamente libre, nos recuerda que la inspiración puede surgir de lo más sencillo: una piedra, una planta, el sonido del mar al atardecer.

Visitar la Fundació Pilar i Joan Miró es mucho más que una cita con el arte. Es una experiencia sensorial y emocional, un paseo entre colores, silencio y creatividad. Y también, una forma de descubrir otra Mallorca: la de los artistas, los soñadores y quienes encuentran belleza en las pequeñas cosas.

Un plan perfecto desde Cala d’Or

Si te alojas en Inturotel Cala Esmeralda, visitar la Fundació es una excelente escapada cultural para combinar con días de calma frente al mar. El trayecto desde Cala d’Or te permitirá descubrir el interior de la isla, te animamos a escoger una ruta alternativa pasando por Felanitx, Porreras, Montuiri, Algaida… puedes aprovechar para comer algún plato típico en Algaida a la ida o a la vuelta. Pueblos que respiran todavía el aire de la Mallorca que maravilló a Miró.

Déjate llevar por el arte y la magia del Mediterráneo. Mallorca, como Miró, tiene el poder de encender esa chispa interior que transforma la manera de ver el mundo.